La llegada de un niño podría ser el acontecimiento más importante de nuestra vida. Independientemente de lo que ocurra, nos convenceremos…y posiblemente así será: ha sido el día más feliz de nuestra vida. Ya hemos estado mucho tiempo preparando ese momento e imaginando cómo serán los primeros meses y años juntos, las cosas que haremos con él y vamos creando una serie de expectativas que, inevitablemente, condicionarán nuestras actuaciones a lo largo de esta primera infancia. Así que te pones a preparar la bolsita, te la vas a llevar al hospital: los bodys y una mantita que nos ha regalado la abuela,

“…cuando sea mayor seguramente le podré contar que con ella lo arropé en sus primeros días de vida…¿le gustará la música? Probablemente sí porque a nosotros nos gusta”  también unos pañales,

“…definitivamente sería bueno que diese clases de piano…podríamos tocar juntos en casa” un conjunto de punto para el día que regresemos a casa,

“…¡cuánto podremos hablar juntos!… Cuando empiece a decir las primeras palabras y después me cuente cosas… Va a ser muy bonito y divertido” guardas dos gorritos,

“…¿cómo será su voz?”

Pero, ¿qué ocurre cuando algo no va como esperábamos?, cuando en algún punto de ese camino… que ya estamos recorriendo… nos encontramos con algo inesperado, inquietante…algo que amenaza con acabar con todas esas ilusiones que tenemos puestas en lo que, ya sabemos con certeza, es lo mejor que nos ha pasado en la vida.

Es momento de reflexión, de búsqueda de respuestas...te inunda gran cantidad de dudas…

“No sé si realmente tendrá importancia lo que me preocupa…accedo a internet, no quiero leer. Quizás sea el momento de acudir a un centro especializado, probablemente allí encuentre las respuestas, haré lo que haga falta, quiero que todo esto sea un mal sueño… pronto lo sabré…”

“Ya me decían que no lo cogiera tanto…tengo que cambiar la forma en la que he estado haciendo las cosas, quizás debería haber jugado más con él, no le compré los juguetes apropiados, no le doy autonomía, no le leía suficientes cuentos, todavía le doy el pecho, duermo con él, no vamos nunca al parque…esa es la causa de todo, definitivamente somos los culpables…”

Todo lo que has hecho hasta este momento ha favorecido el desarrollo de tu hijo, y ninguna de esas cosas es la causa de las dificultades actuales.

“Me siento algo más tranquila, estoy en manos de profesionales, pero ¿por qué no tengo respuestas?…aunque veo que mi hijo va progresando…necesito asumir que esto necesita un tiempo. Salimos a dar un paseo para disfrutar juntos de la tarde. Lo que realmente quiero es saber la respuesta. Hace varios días que no hablo con mi pareja…me estoy perdiendo muchas cosas, no consigo disfrutar…”

El futuro se construye con lo que vas a vivir en estos primeros años, eres el motor que impulsa el desarrollo de tu hijo…el futuro es ahora, disfruta de cada momento con él y graba en tu memoria todos los detalles que van a acontecer próximamente en su vida, no se van a repetir. Haces todo lo que puedes…y lo haces bien. Emplea poco tiempo en pensar cómo se llama la dificultad en el desarrollo de tu hijo y más en apreciar cómo se supera cada día y cómo aprende muchas cosas que quizás te puedas estar perdiendo. Empieza hoy a ver todo lo bueno que hay en la vida que estáis construyendo como familia…las respuestas van a llegar solas. Vive el ahora con tu bebé, con tu niño de un año y medio, con tu niño de dos años… ”…ya se oye el sonido de su voz…no es como me lo esperaba, no le puedo querer más…ya disfruto de cada día.”